martes, 30 de octubre de 2012

Mi Eldorado

Me gusta el calor de estas latitudes y no me importa sudar la gota gorda. Sabía a lo que me exponía si quería venir aquí -porque el Dónde es este- pero lo importante era que el Cuándo fuera ya y sobre todo que tú fueras el Con Quién. Hace tiempo que sabes que estaba buscando dejarlo todo, muy atrás, lejos. Llevaba años planeando qué hacer con mi vida, volver a empezar, borrar de un plumazo estos últimos años y comenzar de nuevo. No es que me arrepienta de lo que he hecho hasta hoy -de nada sirve- y, aunque pienso que lo vivido no ha estado mal, mi paso por este mundo tiene que ser distinto. Llevo un tiempo buscando ansiosamente el botón para reiniciarme y creo que por fin lo encontré aquí.
No creas que no lo he meditado y antes de dar el paso me dije mil veces que este no era un lugar para mí, que no era el momento, que por qué lo hacía. Pero quiero que sepas que esas dudas se disiparon al ver que no me gustaba lo que tenía, que necesitaba cambiar, que debía intentar vivir una vida extra dentro de la propia que la naturaleza me ha dado. Tomar por fin la decisión de agarrar firme el timón y poner rumbo exactamente a donde yo decida.


Sí, hace calor y estoy sudando pero por primera vez en mi vida estoy seguro. Es aquí, es ahora y es contigo.

viernes, 26 de octubre de 2012

El mejor día de tu vida

¿Que hay nubes? Para mí, sol. ¿Que llueve? Me pongo en manga corta. ¿Que me chillan? Asiento con la cabeza y sonrío. ¿Huelga de metro? Cojo la moto -o la bici- ¿Tasa récord de paro en este mes? Me agarro a mi silla fuerte, fuerte, fuerte. ¿El Atleti va colíder? Ya caerá. ¿En este bar solo tienen San Miguel de barril? Ponme un tercio de Mahou ¿Se lleva la barba? Apuro con una pasada más el afeitado de esta mañana. ¿Somos demasiados? Donde caben dos caben tres, o más. ¿Beatles o Stones? The Smiths. Y Morrissey. Y Johnny Marr. ¿Los miércoles cocido? Los jueves paella y sobre todo los viernes cañitas. ¿Ya no me quieres? Yo te deseo más que nunca. ¿Te quedas? Me voy; pero vente conmigo.
¿Sigo o qué? ¿Es que no te diste cuenta? Hoy es viernes y lo demás no importa.


¿Tú o yo? Tú y yo.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Que lo digan otros por mí

A mí me pasa mucho que
no sé diferenciar muy bien
si te echo de menos a ti
o a una etapa que se fue.

No te vinieron nada bien
esas novelas en francés;
creíste ver algo de luz
y echaste todo a perder.

Ahora te ha dado por creer
que tú eres como un iceberg
y que yo me quiero inventar
la parte que no puedo ver.

Me hablas de cierta inmadurez
que debería superar.
No sé cómo hacerte entender
que eso tampoco es novedad.

Lo ha dicho gente muy cabal,
lo ha dicho Radio Nacional
y esas amigas tuyas que
nunca he podido soportar.

Lo ha dicho Ignacio Escolar,
lo ha dicho el correo del Zar
y solo me falta que tú
lo digas solo por hablar.


Los Lagos de Hinault. Pop moderadamente insensato.

lunes, 22 de octubre de 2012

Entre el mito y la realidad

Aquel tugurio olía rematadamente mal. La ley antitabaco había traído tantas consecuencias buenas como malas, y entre estas últimas se encontraba el descubrimiento de un amplio abanico de aromas corporales no siempre agradables que antes pasaban desapercibidos aplastados por la uniformidad del olor a tabaco. Parecía como si ese día hubiera una concentración de gente que había renunciado a lavarse ciertas partes de su cuerpo con la frecuencia necesaría para evitar la, digamos, natural fermentación orgánica. Y yo, que por naturaleza tiendo a la obsesión, me estaba rayando con el olor a sobacazo.
Esperaba. Mi forma de ser me invita a pensar en cosas intrascendentes para hacer que el tiempo pase lo antes posible y la espera sea más llevadera, pero el ambiente de ese garito me lo estaba poniendo difícil. Por alguna razón que ahora no recuerdo llegué a la conclusión de que él aparecería por allí ese día y sin dudarlo me aposté en una de las mesas del bar en cuanto su dueño subió la verja a primera hora de la tarde.
Hacía meses que no me lo quitaba de la cabeza. Sólo le había visto una vez, en una de esas quedadas que hacemos antiguos compañeros de facultad y él venía acompañando a un amigo. Estuvimos tomando cervezas en este mismo tugurio en el que recuerdo que entonces se podía fumar. No cruzamos más que unas pocas frases y, aunque es verdad que hubo tres o cuatro cruces de miradas, en ese momento no me llamó la atención así que no entendía por qué tenía esas ganas de verlo; yo nunca he sido así. Me ha ocurrido como con algunos de mis discos favoritos, que al principio sus canciones no me decían nada pero según voy volviendo sobre ellas me van gustando más y más hasta convertirse en algo imprescindible en mi vida. Pero él no era un disco.
Ahora había llegado el momento. La necesidad de volver a verle era superior a mi proverbial timidez, así que me lancé a descubrir por qué me ha tenido que suceder a mí aquello que solo creía posible en los demás. Y allí estaba yo, esperando a alguien que podía hacer cambiar mis hasta el momento sólidas convicciones acerca de las relaciones humanas.


A veces la intuición femenina no falla: la espera no había sido en vano y, como había supuesto, él apareció en aquel bar. Le miré, ¿me reconocería? Me miró y sí, me reconoció. Sonrió y se acercó a mi mesa. El éxtasis.
En otras ocasiones esa intuición es un completo desastre: él se sentó a mi mesa y al poco empecé a notar que en el tugurio aquel olor a humanidad ya no era malo. Sencillamente se había convertido en irrespirable. El desencanto.

jueves, 18 de octubre de 2012

Todo el mundo somos dos

Mira, vuelven a reponer aquella peli de hace 30 años que tanto nos gustaba. Y en el mismo cine, ese cine. Parece mentira pero después de todo el tiempo que ha pasado siga siendo una sala donde proyectan películas y no una tienda de ropa de esas que hay miles en cualquier rincón del planeta.
Vale, ahora que lo recuerdo era una peli un poco tontorrona y puede que todo este tiempo que ha transcurrido desde entonces la haya hecho envejecer peor que a nosotros. Pero esa era nuestra peli y aquel nuestro cine, y no pienso renunciar a eso así pasen otros 30 años.
Son casi las 10, nos da tiempo ¡venga! entremos a verla. No pongas esa cara, iremos atrás en el tiempo y, verás, otra vez tú volverás a ser tú y yo seré ese yo que tanto te gustaba. Es curioso, no sé si ha sido coincidencia o qué pero hoy te has echado esa colonia que solías ponerte antes ¡mmmm...! Te estoy viendo como eras entonces.
Vamos allá. Dame la mano, sí, dame la mano y vamos a cruzar la calle ahora que no pasan coches. Cuidado con ese charco... Vaya, ¿te has dado cuenta de cómo lo has saltado? Has volado y me has llevado contigo.


- Dos butacas para la sala 3, por favor.
- La película ya ha empezado señor.
- Lo sé. Hace más de 30 años.

lunes, 15 de octubre de 2012

Tu destino está escrito

Conforme pasaban los minutos la espera se iba haciendo cada vez más insoportable. Volvió a mirar al reloj de la pared y le dio la sensación de que las manecillas no se movían. Parecía que no funcionaban pero el tic-tac era la prueba irrefutable de que seguían en marcha y el tiempo no se había detenido. Pero eso no le consolaba y la espera seguía siendo una agonía interminable.

Conforme pasaban los minutos la espera se iba haciendo cada vez más llevadera. Volvió a mirar al reloj de la pared y le dio la sensación de que las manecillas volaban. Parecía que iban más deprisa de lo normal pero el tic-tac era la prueba irrefutable de que la velocidad era constante y no había ninguna aceleración. Pero esa sensación de fugacidad le fue mitigando la angustia de los primeros instantes.

Optó por no pensar más en eso, al menos durante un rato y se centró en el papel que tenía delante de él. Las instrucciones que contenía eran claras y precisas, así que se dispuso a cumplirlas al pie de la letra. Era de esas personas que acatan una orden sin discutir ni una coma y esta forma de ser le permitía anclarse a la realidad con mayor firmeza.

Optó por pensar en eso, al menos durante un rato y no dar importancia al contenido del papel que un momento antes aquel hombre le había mostrado  Las instrucciones que contenía eran claras y precisas, pero no dar nada por sentado formaba parte de su naturaleza. Era de esas personas que todo lo discuten, esencialmente inconformistas y esta forma de ser le permitía de huir de una realidad que no le gustaba.

"Cuando den las 12 en punto apague y encienda la luz de la habitación tres veces seguidas. Después diríjase a la ventana, ábrala y asómese. En la parada del bus que hay enfrente verá a una persona que se encenderá un cigarrillo. Ejecute las órdenes y después váyase", leyó.

"Cuando den las 12 en punto apague y encienda la luz de la habitación tres veces seguidas. Después diríjase a la ventana, ábrala y asómese. En la parada del bus que hay enfrente verá a una persona que se encenderá un cigarrillo. Ejecute las órdenes y después váyase", recordó.


Llegó la hora. Sacó un cuchillo, cortó las ataduras de su prisionera y le señaló la puerta con gesto imperativo. Por primera vez en su vida no hizo lo que de él se esperaba. Una lágrima se deslizó por su mejilla, se sintió avergonzado y cerró los ojos. Notó que unos labios cortaron la trayectoria de esa lágrima. Sonrió pero cuando volvió a abrir los ojos ella ya no estaba allí. No la volvería a ver pero nunca olvidaría esos días en que tuvo por fin a alguien a su lado.

Llegó su hora. Cerró los ojos y notó que sus muñecas se liberaban de las ataduras. Miró a su captor con incredulidad y vio cómo este le señalaba imperiosamente la puerta. Por primera vez en su vida cumplió una orden sin replicar. Se levantó y fue hacia la salida pero cuando pasó al lado de su guardián se detuvo, le dio un beso en la mejilla y echó a correr lejos de allí. No le volvería a ver pero nunca olvidaría los días en que por fin tuvo a alguien de su lado.

martes, 9 de octubre de 2012

Me alejo de ti para que sepas quien soy

Andrés Nogales Maldonado, apostado tras una gran piedra en lo alto de una loma que dominaba toda La Raya, pensó que esa era la última vez en mucho tiempo que vería el anochecer en su patria antes de cruzar al Otro Lado. En esa nueva tierra le aseguraron que pronto se convertiría en un hombre nuevo, y solo rezaba porque la fortuna se pusiera de su parte porque los contactos de allá ya los tenía hechos y los coyotes de acá estaban apalabrados.
Andrés Nogales Maldonado no era un valiente, no le gustaba apostar sino era sobre seguro y después de muchos años buscándose malamente la vida había conseguido reunir lo suficiente para poder dar este paso. A su manera era un tipo metódico, organizado, no le gustaba dejar ningún cabo sin atar. Para ciertas cosas era excesivamente pulcro rayando la neurosis, de esos que cuando escriben repasan el punto de cada "i", y odian que una "o" no esté bien cerrada. Las cosas bien hechas. Por eso para cruzar La Raya con seguridad y llegar al Otro Lado tenía claro que no había que dejar nada al azar, que debía contactar con profesionales, pagarles lo justo en estos casos y mirar hacia adelante sabiendo que había hecho lo preciso para llegar allá y empezar a prosperar.
Andrés Nogales Maldonado esperaba la señal convenida. Volvió a sacar su cartera y contó por enésima vez todo el dinero que llevaba, el pasaporte para la nueva vida. De entre los billetes una foto rasgada cayó al suelo. Se veía un grupo de chicas vestidas de domingo y en el centro destacaba una que sonreía más que las otras. Besó la foto y se la guardó en el bolsillo de la camisa, el que está justo a la altura del corazón. Ella era lo único que echaría de menos mientras estuviera en el Otro Lado, pero también era su motivación para ir allá, triunfar y volver a su patria a buscarla en un gran coche vestido con ropa cara. Entonces sí que se fijaría en él, se daría cuenta por fin de que él era alguien.
Andrés Nogales Maldonado escuchó un aullido sordo y cercano, y supo que el momento había llegado. Distinguió unas sombras en la oscuridad y fue directo a ellas. Tres hombres le esperaban y el más alto de ellos se dirigió a él de forma apremiente.

- ¿Trajo la plata señor?
- 4000, aquí lo tienen todo. Cuenten los billetes, -dijo Andrés sacando el fajo de la cartera.
- No hay problema, está bien. Su cara es de fiar. Ahora confíe usted en nosotros, síganos y le llevaremos directo al Otro Lado.

Andrés Nogales Maldonado miró fugazmente hacia atrás, se tocó el bolsillo de su camisa, esbozó media sonrisa, se santiguó y se fundió en la noche siguiendo a los tres coyotes.


Hombre desnudo e indocumentado, alrededor de 30 años, tez oscura, cabello negro, tatuaje en brazo derecho con un nombre: Evangelina. Pasados los 7 días legales sin que nadie reclame el cuerpo, se procede a su inhumación. Fdo. El Jefe de Policía de Nueva Fortuna.

viernes, 5 de octubre de 2012

Refundación

Sonó el despertador a las 8 como cada mañana. Hoy se hizo la remolona más de lo habitual y dio unas cuantas vueltas antes de levantarse lentamente de la cama. Estiró sus larguísimos brazos y mientras se iba despejando hizo un repaso mental de todas las cosas que le ocurrieron ayer. Fue un día sin un momento de respiro, le había ocurrido de todo y deseaba que hoy la cosa fuera de otra forma. Por un momento dudó qué día de la semana era "¿Jueves o viernes? No, viernes seguro".
Se miró en el gran espejo de cuerpo entero que dominaba el dormitorio y acercó la cara. Escrutó sus facciones y maldijo las incipientes arrugas que asomaban en un rostro aún juvenil. Cerró los ojos y se hizo un leve y rápido masaje sobre los párpados. Los abrió. Mucho mejor. Ahora se veía casi perfecta y para lograr el 10 decidió que tenía que maquillarse y vestirse esmerándose aún más de como solía hacerlo diariamente. "Hoy mataré".
Si algo dominaba en la casa era el enorme vestidor, la Habitación de la Vida como ella la llamaba. Era el lugar donde programaba quién iba a ser ese día y pasaba el tiempo necesario, a veces horas, decidiendo cómo. Lo que siempre tenía claro cada vez que entraba en ese cuarto era que cuando saliera de allí tenía que ser alguien nuevo, una personalidad a estrenar.
Esa mañana se sentía poderosa y eligió la ropa adecuada para acompañar esa sensación de plenitud que la recorría cada palmo de su cuerpo y que le daba la seguridad de conseguir cualquier cosa que se propusiera. "No voy a ser la de ayer, hoy quiero dominar el mundo".
Impecablemente vestida y destilando clase por cada poro de su piel tiró al suelo con desprecio el anodino uniforme que vistió el día anterior, lo pisó altivamente con los taconazos en los que se apoyaban cada una de sus interminables piernas, y pasó por encima del personaje que le tocó representar y que juró que nunca volvería a ser. Se puso una gabardina, cogió un maletín y salió de casa dispuesta a comerse el mundo.


Paró un taxi y el conductor, después de hacerle un rápido examen visual, preguntó: "¿Wall Street señora?" "No a Broadway, Gerswhin Theatre. Rápido, tengo audición a las 10".

lunes, 1 de octubre de 2012

Telepatía

El semáforo se ha puesto en ámbar y por primera vez en mi vida he dudado si seguir o pararme. Ya sé que el código dice que cuando se pone amarillo es obligatorio detenerse porque el semáforo, esa señal con vida propia pero no inteligente, te está enviando un mensaje: "cuidado, me voy a poner en rojo en cerocoma, ¡párate!". Pero hay que ser realistas, casi todo el mundo lo interpreta de otra forma: "joder, el puto semáforo se va a poner en rojo, ¡acelero!"
Dicen los que saben que los seres humanos utilizamos un pequeño porcentaje del potencial de nuestro cerebro. Los que saben dicen que algún día aprenderemos a comunicarnos entre nosotros sin lenguaje hablado ni escrito, será simplemente mediante telepatía. Ellos profetizan que ya no habrá más teles ni radios ni móviles ni chats ni facebook ni siquiera existirá este blog ni nada, porque toda comunicación, por fin, será mental.
Queridos sabios, creo que vuestras profecías llegan un poco tarde.


Hoy voy en bici, el semáforo está en ámbar y voy a detenerme. El del coche de atrás se acaba de acordar de toda mi familia. Lo sé.