Esta vez era diferente. Como siempre que se activaba la llamada no sabía qué le esperaba, pero en esta ocasión todo era distinto. Hoy había algo en su cabeza que nunca había sentido antes pero que a la vez parecía haberlo vivido; eso le excitó aún más de lo que solía. El fulgor de la calada era más potente que nunca y aún así no le importaba que el cigarro se consumiera antes.
Atento a cualquier movimiento, en ese rincón. Mirar sin parpadear a través de pupilas dilatadas en ojos temblorosos inyectados en sangre para no dejar que un instante se perdiera durante el momento en que las pestañas baten la vista.
"Ya estoy aquí, ven". No escuchó palabra alguna pero entendió a la primera el mensaje. No la distinguía completamente aunque esa cara le resultaba conocida y automáticamente se tranquilizó, salió de aquel rincón y se dirigió hacia ella. Sus pequeños ojos le esperaban en un rostro que a medida que se acercaba le parecía lo más perfecto que había visto en su vida. A unos pasos, ella le tendió su mano y sonrió levemente. Él seguía avanzando hacia ella. Ella cada vez más cerca. Él avanzaba. Ella con la mano tendida. Él sonreía. Ella continuaba allí. Él continuaba acercándose. Ella no. Él seguía. Ella inmóvil. Él andaba. Ella se alejaba. Él no acababa de llegar. Ella se acababa de ir.
Atento a cualquier movimiento, consumido en ese rincón.